El Salto


Eran los últimos días diciembre y Némesis conocía que dejaría su trabajo el último de mes, su empresa prescindiría de sus servicios ya que era momento de jubilarse. Por lo que decidió dejar de preocuparse tanto por su trabajo y comenzó a pensar en que podría gastar su liquidación, tenía quince años de trabajar para Alucard & Hellsing Corp. Visitaba una página de internet mientras estaba en su trabajo y vagamente su mente iba atando cabos sobre qué haría con el dinero que recibiría. Mientras hacía un test –de los que le obligaba a elaborar su trabajo– se le ocurrió buscar lugares inhóspitos del planeta o un lugar al que ella a sus cincuenta y siete años no podría llegar jamás a ver debido a su edad. Dejaré un rato esto –se dijo así misma– abrió el navegador de internet de su computadora y tecleaba «lugares inhóspitos de la tierra» en el buscador, encontró varias opciones que la tentaron en un principio, desde cavernas al fondo del mar que agregaban treinta metros más a sus ya más de dos mil metro de profundidad, pasando por islas que «nacieron» hace relativamente poco hasta llegar a lugares que el deshielo ha dejado ver, hasta que llegó a algo que jamás había pensado que existiera, un lugar en la tierra que en no tenía gravedad.

Era veintiuno de abril y después de casi cuatro meses tratando de arreglar un viaje a Lesoto, específicamente a Mafeteng –era allí donde se encontraba el único lugar en la tierra donde no existía la gravedad– logró hacer todos los arreglos necesarios para ir hasta allá, buscó hoteles, transporte, dinero local y un largo etcétera de todo lo que necesitaría para llegar allá, todo bien planeado como debía de ser. Eran las seis de la tarde con veintidós minutos y se sentía impaciente mientras esperaba el taxi que la llevaría al aeropuerto tenía las maletas hechas a un lado de la puerta listas para tomarlas y salir. Comenzó a revisar el itinerario de los vuelos que haría –y se lo repetía para si misma en voz baja – partiré en la noche; el vuelo desde Kodiak, Alaska, llegaría al aeropuerto de Los Ángeles, California y de ahí a Trento, Italia –ciudad extraña, pensó – y prosiguió con su recital mental. De Trento directo hasta Sudáfrica y luego el viaje sería en carro hasta Mafeteng ya que por imposición de la ONU todo el territorio de Lesoto estaba vedado para el tránsito aéreo, debido a su «problema con la gravedad».

Por fin el día veinticinco de abril, después de más de cuarenta y ocho horas de vuelo y de más de dieciséis horas de viaje por tierra, llegó a Mafeteng, busco el hotel en el que había reservado con mucha anticipación. Comparó mentalmente las fotos con lo que veía y aunque no estaba muy segura, podía decir que lo que veía no era muy parecido a lo que tenía en mente cuando vio las fotografías en internet. Pero ya que –se dijo – si era el único hotel en toda la ciudad. Se registró y decidió tomar un descanso hasta el siguiente día para reponerse del cansancio que acumulaba después del largo viaje que había realizado.
Al siguiente día se levantó temprano, se acercó a recepción y aunque al principio la comunicación le fue muy difícil más no imposible. Tartamudeaba para intentar pedir el teléfono prestado para hacer una llamada local –quería hablar con el agente de turismo que había contratado – la recepcionista hablaba xhola y ella español. Luego de un rato logro hacer que la recepcionista le prestara el teléfono. Realizó su llamada. Hola –escucho por el auricular – si –dijo ella - ¿Hablo con el señor Mosisili? –Si –gracias, soy Némesis Lisboa, he venido por el paquete de excursión al Vila Mvuto –que en suajili quiere decir lugar sin gravedad – Escucho una breve risa al otro lado mientras le decían con admiración: no creí que viniera. Concertó la salida hacia el Vila Mvuto para dos días después ya que quería darse la oportunidad de conocer el lugar y de tomar fuerzas suficientes ya que a su edad nadie esperaría que hiciera algo así. No tenía parientes cercanos su única hija estaba molesta con ella por problemas familiares y había perdido toda comunicación con ella.

Era temprano por la mañana y esperaba en la puerta con su cámara colgada al cuello como collar lujoso sus zapatos de exploradora –al menos eso había leído en el catálogo antes de comprarlos – y se sentía equipada por completo para el viaje. Se subió al vehículo, un Jeep cuatro por cuatro de aquellos que tienen fama de ser muy veloces tanto en carretera como fuera de ella. Se despidió de Rwan –la recepcionista – se sentía muy emocionada de emprender la última parte del viaje y comentaba con Mosisili que después de este viaje haría las paces con su hija y retomaría el contacto con ella y de camino ambos hacían conjeturas sobre cuántos nietos tendría ya y que aún no conocía.

Al cabo de unas cuatro horas de viaje tomaron una ruta llamada Anwani Vila Mvuto de la que solo pudo ver vagamente un rotulo pequeño, al entrar en la ruta logro mucho más grande que daba algunas directrices. Velocidad Mínima: ciento ochenta kilómetros por hora, no arrojar objetos fuera del vehículo durante el paso por el Vila Mvuto, peso mínimo del vehículo dos toneladas, ya que podía ser elevado demasiado y perder la dirección.

Bueno –le dijo Némesis a Mosisili – será mejor que lo hagamos de una vez, ahora se le veía mucho más emocionada que antes, subieron al vehículo y reanudaron su viaje llegaron al punto policial a unos tres kilómetros del Vilo Mvuto, dieron sus nombres al par de agentes policiales y luego de un pequeño cuestionario y de firmar un documento que en pocas palabras decía que el gobierno de Lesoto no era responsable de cualquier daño material como humano que se pudiese ocasionar del salto que se disponían a realizar. Así reanudaron nuevamente su viaje.

Por la calle veían como con más frecuencia los rótulos a ambos lados de la carretera le alentaban a alcanzar la velocidad mínima no sin antes disuadirlo de realizar tal acto que podía resultar no muy grato para ellos. Mosisili le comentaba a Némesis que había reportes de vehículos que no habían logrado cruzar todo el trayecto. Pero como se le ocurre decirme eso ya que estamos aquí –le dijo alterada Némesis – no se preocupe como ve aquí, tengo doce años de realizar este viaje y aún sigo aquí y no he caído ni una sola vez –mientras aceleraba más cada vez – llego a los doscientos diez kilómetros por hora y le dijo esta es la velocidad normal para poder cruzar.

Némesis sentía como el corazón se le aceleraba a medida que veía que la calle terminaba y no lograba ver la continuación de la misma y por uno segundos lo dudo –ya no quería hacer el salto – ya no quiero saltar –se le escapó un grito – y Mosisili piso el pedal del freno con ciertas dudas –sabía que no debía hacerlo pero el instinto humano es así, con un susto semejante lo primero que se le ocurrió fue detener el vehículo – pero no podía detenerse en ese punto ya no quedaba más carretera. Estaban en el aire.

Pudieron comprobar que no habían logrado ni la mitad de la velocidad mínima requerida y que el vehículo no avanzaba como debía, el trayecto del Vila Mvuto debía completarse en un máximo – dependiendo de la velocidad con la que lo iniciaron – de dos minutos, pero ya habían pasado –según calculó Mosisili – cerca de tres minutos y la otra orilla de la carretera no se veía aún. Creo que lo único que podían esperar era que la velocidad les alcanzara para llegar al otro lado.

Mosisili puso todo de sí para intentar calcular en cuánto tiempo habrían de cruzar y dijo en voz alta no deberían de ser más de dos minutos más, Gracias a Dios –le contestó Némesis – y continuó: parece que se desliza pero se siente como que se frena –eso es lo que temo – dijo Mosisili en sus adentros mientras le replicaba – no se preocupe es lo que llaman fricción pero no es tanto y aún podemos llegar hasta el otro lado mientras el jeep se continuaba deslizando suavemente.

Al fin lograron ver el final de la travesía faltaban poco menos de treinta metros, tanto Némesis como Mosisili dieron –uno después del otro – un gran suspiro y agradecimiento a Dios. Némesis se volvió a acomodar en el asiento mientras contaba los segundos que le quedaban para llegar al final de Vila Mvuto. Y en son de broma decía –lo volveremos a hacer Mosisili, lo volveremos a hacer – y este solo le respondía con una falsa sonrisa mientras continuaban avanzando cada vez más lentamente.

Faltan unos quince metros le dijo Mosisili a Némesis, creo que sí –replicó ella – cuando el vehículo se detuvo por completo. El corazón de Némesis comenzó a latir tan fuerte ya era preocupación. Sus caras se habían tornado pálidas por el temor de no alcanzar la orilla –les faltaba tan poco – y al cabo de unos veinte segundos, que para ellos fueron agónicos el vehículo comenzó a deslizarse muy lentamente que pasaron casi un minuto sin avanzar un metro.

Ambos estaban callados con la mano en su pecho –como intentando agarrarse el corazón – para que este no fuera a caerse al precipicio –ninguno de los dos había reparado en la profundidad del Vila Mvuto – de repente y sin preámbulos el vehículo se balanceo y se inclinó hacia abajo –como un barco cuando se hunde – y cayó al Vila Mvuto.

Por cierto... Feliz Cumpleaños Memo...


Comentarios

  1. PORQUEEEE!!!???... jajaja, en fin, si hubiese tenido un final feliz ya no habria sido tu estilo... no pense que llegaria al final, pero fue interesant...

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  2. Me referia a q cuando comence a leerla y hablabas d una viejita jubilada... no parecia taaan emosionant, pero al seguir leyendo me intrigo y la verdad me gusto el final... es +, pienso q hasta deja moraleja...

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  3. moraleja? jajaja que tipo de moraleja podría dejarte una de estas historias?

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  4. como explicartelo?... mira, el hecho d haber tomado la decision d hacerlo, arrepentirse a ultimo momento y haber frenado cuando ya estaban por saltar fue una muy mala decision, en lo personal, se pued aplicar en la vida cotidiana... es lo q yo pienso, claro, y lo digo x experiencia...

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  5. jajaja bueno vos sabrás tus experiencias... aunque realmente no es mi intención dejar una moraleja, es bien recibida la interpretación...

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