Vivía en una pequeña casa situada al oeste de la gran ciudad. Una comunidad pequeña, no había muchas viviendas, estaba la iglesia frente al parque, en la otra cuadra, la dependencia de la alcaldía municipal, frente a esta, una especie de biblioteca municipal, y algo que simulaba ser –al menos así lo creía yo- una escuela, bastante deteriorada, mucho más que el resto de edificaciones que habían en la comunidad. Las casas no estaban muy cerca una de la otra; la mía por ejemplo está en las afueras de la comunidad, parecía ser sino la ultima, una de las últimas casas que se podían encontrar al abrirse pase entre la vegetación. Había alrededor de 50 casas, de las cuales solo unas pocas tenían un piso superior, que en todos los casos era más pequeño que el piso inferior. Pintada de un color ocre, semejante al color de la sangre. Las columnas de fuera de la casa no eran del modo tradicional redondas o cuadradas, eran en forma de triángulo, pero ninguna coincidía con otra en la forma de los tres ángulos. De color blanco con algunas manchas de color azul, dado que era el color de la pintura que tenían antes, y la capa de pintura que le habían puesto se estaba deteriorando con mucha rapidez, había un jardín con flores, al frente la casa y otro un poco más grande en la parte trasera, pero no había tantas flores como al frente, por lo que se podían cultivar algunas hortalizas, aunque no lo hacía muy regularmente. Se podía acceder a la segunda planta de la casa por unas escaleras localizadas a un costado de la misma. Desde la segunda planta podía ver algunas casas que al igual que esta contaban con segundo piso, una a mas o menos dos kilómetros de distancia, en dirección al norte, que sobre salía de entre toda la vegetación un poco más lejos podía ver el techo de otra de las casas, y si miraba en dirección al este, podía ver otra. Esta casa no me hacía sentir muy seguro, no recuerdo ver a nadie que se acercara a ella, por lo que a pesar de ser la casa que más cerca estaba, era mi idea que nadie vivía ahí.Corría el año 1982 y muchas cosas pasaban por mi mente. Esa era la razón por la que me había mudado a un pueblo tranquilo. Una noche de martes, llovía y mientras me encontraba sentado, sentía que susurraban en mis oídos muchos pensamientos que emergían de lo más profundo de mi ser. Hablaba conmigo mismo de muchas cosas, escuchaba el caer de la lluvia, a través de ventana veía las gotas de agua caer precipitadamente y comenzaba a escuchar el suave arrollo que se formaba fuera de lo que quería creer era mi casa. Es cierto tenía una habitación, que podía tener las cosas que necesitaba, para poder vivir, si no con lujos, vivía cómodamente, un sencillo televisor -que en muy pocas ocasiones encendía-, el cual estaba situado en una mesita, en la que tenía además también un radio reproductor -que usaba muchísimo mas- todo esto justo a la par de una ventana, por la cual podía ver las escaleras que daban acceso a mi hogar -si es que desean llamarlo así-, en las noches de lluvia -como esta- no se escuchaba mayor cosa, las gotas golpeando el tejado de las casas, el cantar de algunos grillos, el crujir de algunos muros. En noches silenciosas podías escuchar el respirar de los canes cansados de ladrar durante el día, incluso se podía escuchar, el gruñir de algún vecino que no estaba contento con la cena que le había dado su mujer, pero este día, este día en particular, escuche más que eso. Eran ya más de las once de la noche, cuando se escucho por la ventana un hombre gritando, salto la verja que daba acceso a mi casa, subió por las escaleras, se agarró del balcón de mi ventana, como un niño el primer día de clases, que no quiere desprenderse de su madre y llora porque no quiere quedarse solo, solo con el mundo. Unos segundos después vi agarrar al hombre muchas manos, las siluetas opacas de varios hombres, a los cuales no pude distinguir, tomaron al hombre que estaba agarrado del balcón, por la fuerza, me quedé inmóvil, traté de que ninguno de los hombres opacos me observara, uno de ellos se quedó frente a la ventana, presumo que intentaba ver si había algún testigo dentro de la vivienda a quien tendría que callar, fue una alivio saber que desde la ventana no podía observarme directamente, no sin verme atreves de un espejo que estaba justo, frente a la ventana y por el cual pude distinguir lo que sucedía afuera. Yo era casi imperceptible, sentado en una silla frente a la mesita, donde estaban mis cosas junto a la ventana, en lo oscuro de la habitación, en lo oscuro de la noche.
Durante lo que resto de la semana y la siguiente, aquellos hombres opacos vinieron a mi casa a husmear, a intentar descubrir a quien ahí vivía, y si tenía el algo que contarles de aquella lúgubre noche, sin embargo, deduje que no podía ni siquiera asomar mi cabeza por la ventana, porque podía delatar mi presencia, me la pasaba sentado durante casi todo el día y al caer la noche. No hacía otra cosa que tomar agua y recostarme en la pared, y cuando alguna llovizna se presentaba por las noches, no escuchaba más que el respirar de una persona que estaba parada frente a la puerta de mi casa, una figura opaca, un hombre opaco, que parecía inmóvil, inerte, de aspecto sombrío, durante la primera noche, se movió hasta mi ventana, y dejo escrito una frase que no pude entender, al principio me parecía que las letras no tenían la forma que yo esperaba al verlas, supuse que él las escribiría para ser leídas desde afuera, y por lo tanto no podría interpretarlas utilizando el reflejo que veía yo en el espejo, sin embargo, las había escrito de tal manera que podía leerlas desde donde estaba yo escondido.
Las cuatro palabras hicieron eco en mi mente, «El destino no espera», que había querido insinuar, era acaso que no iba a esperar que saliera, era acaso que se retiraría en ese momento, o quizás no esperaría mas y entraría por la fuerza y me obligaría a salir. Así me la pase durante el resto de la semana pensando que en cualquier momento haría algo para lo que no me sentía preparado, al amanecer del martes a la siguiente semana, no pude hacer otra cosa, ya un poco desesperado, porque no había ingerido ningún alimento en varios días, y porque intentaba no moverme para no crear ninguna sospecha de que aún me encontraba dentro de la casa, con dificultad, me pare, y camine hacia la ventana, y no vi a nadie fuera de la casa, al menos no en las escaleras ni en el acceso a las mismas, titubeé un momento en si salir corriendo como desesperado fuera de la casa o si correr hacia el refrigerador para ingerir algún alimento que tanta falta me hacía, el agua no había sido mucho problema, ya que en las noches que llovió, gracias a las goteras de la casa pude hacerme de agua para beber, me sentía débil.
El sol brillaba demasiado fuerte, que sentía que me quemaba la piel; parecía que por la ventana salía un embudo que capturaba todo el calor del sol y lo vertía hacia mí, aun así era algo que necesitaba, por así decirlo, dado que llevaba ya muchos días de no recibir la luz de sol directamente. Irradiaba tanta claridad que mis ojos al principio no la soportaron. Observe por la ventana, un poste de energía eléctrica, aunque un poco inclinado, debido a las fuertes lluvias que acaecían durante las noches, y debido al lodo que se formaba alrededor del mismo, parecía que podía caerse en cualquier momento y con solo el peso de una pluma, sin embargo noté que aun resistiría, debido a que había un pájaro de gran tamaño posado sobre el, el negro de sus plumas brillaba con el sol y le daba tonos verdes azulados. De pronto tuve una extraña sensación, el ave me observaba, que me seguía con la mirada, intente pensar que no era más que mi imaginación a la que me enfrentaba.
Decidí salir de la casa, y llegar a una de las casas que lograba ver desde la mía por lo que al salir me dirigí al este, donde se situaba la casa que a mi parecer estaba mucho más cerca. El camino no parecía ser muy difícil de transitar hasta ella, cuando hube llegado al final de las gradas observe al ave negra que había detenido su vuelo al frente de la puerta por la que yo debía salir titubeé un poco nuevamente, dude en salir, pensaba que el ave leía mis pensamientos y que podía adivinar cuál era mi próximo paso, adelantarse y distraerme, de mi objetivo, Salir inmediatamente. Parecía una cosa macabra, tétrica, salida de una historia de terror de mis peores pensamientos, aquellos que no me atrevo a repetir incluso para mí mismo, aquellos que algún dios puso en mi camino, solo por un segundo, y que me duraran para siempre.
Decidí enfrentarme al ave, decidí que no sería un problema sortear la suerte -mi suerte- con ella y salir ganancioso, pase a su lado con un poco de temor, como aquel temor que se tiene a lo desconocido, como aquel temor que siente al hacer algo que uno nunca hizo, al probar algo que por la poca experiencia que se tiene, no se saben los resultados con certeza. Esta ave enviada desde el infierno para interferir en mi camino, me observaba con su ojo, el ojo izquierdo. Me pareció notar que el otro ojo le sangraba, pero lo que salía del agujero era el mismísimo ojo que le colgaba y se movía al ritmo que su cabeza giraba de un lado hacía otro. Me observaba, pendiente, de mis pasos, volví a tener el presentimiento de que sabía cuáles eran mis pensamientos, de cuales eran mis intenciones, por unos instantes, escuche la voz del ave, una vos profunda, grave, que me decía: «El destino no espera», intente pensar que no era más que mi imaginación, levante la mirada, observe la calle, no había en ella ni una sola alma, nadie transitaba, por unos instantes las lagrimas parecieron brotar de mis ojos, un escalofrío recorrió mi espalda, llego hasta mi cuello, y me recorrió el brazo derecho, cuando vi nuevamente hacia donde esperaba al ave, esta ya no estaba, había levantado vuelo, en su lugar quedó una marca oscura en el suelo, de un color marrón, era la sangre del ave. Unos instantes después algo cayo sobre la sangre, era el ojo, al caer salpico unas gotas de sangre del suelo, me pareció que caería sangre sobre mí, inmediatamente supe que el ave intentaría atacarme, mis pensamientos dieron vuelta, no sabía si correr hacia dentro de la casa y buscar la protección de la que había gozado hasta hacía unos minutos o si intentar huir de aquella criatura diabólica.
Hice ambas cosas, corrí hacía dentro de la casa, agarre una linterna, tome unos cerillos, y un mechero lleno de gas, luego corrí hacia el bosque, a adentrarme en aquella penumbra que jamás había ni siquiera imaginado que recorrería, árboles demasiado altos bloqueaban la luz del sol, más los pocos rayos de luz que lograban penetrar aquella densa capa de ramas, presentía que aquella ave se escondía sobre la capa de árboles, y que sobrevolaba siguiéndome porque aun a pesar de la distancia que nos separaba aún podía escuchar mis pensamientos, en un breve momento parecía todo a mi alrededor tan oscuro que tuve que encender la linterna, gradué la perilla de tal manera que me permitiese usar solo la cantidad de gas necesaria para generar la luz que necesitaba para moverme entre las sombras de los árboles, de cuando en cuando mis pensamientos se mecían, variaban en si aún seguía el camino correcto, hacía aquella casa detrás del bosque.
Logré sentarme en lo que parecía ser el pórtico de aquella casa, mire al cielo buscando al ave, mas no la pude ver, me sentí aliviado por aquel milagro, había escapado del ataque del ave pero no deje de ver el cielo por unos segundos. En el momento en el que baje la vista escuche un zumbido, fuerte, era una corriente de aire que se arrastraba por la profundidad del bosque y salía, esto es imposible –me dije- era aquella ave que me había seguido por lo profundo del bosque, jamás lo habría pensado así, me ataco tal como lo había pensado, sentía la sangre que vertía del agujero en su rostro, caer en mi cuerpo, sentía que me contaminaba, que intentaba poseer mi alma, sentía que mi espíritu me abandonaba mientras intentaba desesperadamente levantarme y correr, mas el abominable animal logro tumbarme al suelo. Ya mis manos cansadas no respondían de igual manera, mis piernas no encontraban apoyo para poder intentar levantarme. Escuché el crujir de una puerta, pensé que alguien estaba saliendo de aquella casa, espantado por los gritos que surgían de mi garganta, gritos de dolor; y que tendría en su poder alguna pistola que me ayudara; que mataría al espantoso animal que pretendía terminar con mis días en la tierra, mas cuando logre ver hacía aquella puerta que aun estaba entreabierta, me pareció vislumbrar a una mujer demasiado pálida, parecía muerta, pensé que estaría asustada por lo ocurrido, me pareció que el ave al percatarse de la presencia de aquella mujer, tuvo miedo de ella, puesto que emprendió su vuelo, voló lejos, mis ojos la perdieron de vista, la sangre de mi cuerpo se mezclaba con la del ave, estaba tendido ya en el suelo, parecía sin vida, inmóvil, inerte. La mujer parecía regocijarse de mi presencia.
Para cuando desperté, estaba acostado en una cama –que no era la mía- se sentía diferente, aquel aroma a mujer no era indiscutiblemente nuevo para mis sentidos, me dije jamás en mi vida había sentido tal delicioso olor, no podía pensar claramente, en medio de aquellos vagos pensamientos sobre donde estaba e intentando recordar cómo había llegado a aquella habitación, logré recordar detalles del momento en el que era llevado hacía dentro de aquella casa, observe algunas fotos, parecía que en esos momentos no había podido mantener los ojos abiertos por la sangre que llevaba en mi rostro, sentía que estaba desmayado, pero aun así recordaba algunas cosas, unas fotos en la mesita junto unos sobres que tenían como destinatario Aislayne, un escalofrío volvió a recorrer mi espalda, me llego al cuello y giro nuevamente a mi brazo derecho, no podía creer en donde me encontraba, al recordar las fotos logre distinguir el rostro de una mujer a simple vista hermosa, pero de la cual el destino ya había dado cuenta, había muerto ella hacía cerca de un año y medio –lo medite por un segundo- ¿y si era ella la que había espantado al ave? ¿y si era ella la que había escrito en mi ventana aquellas palabras?, pero me dije es imposible, han pasado ya mucho tiempo, porque habría de pasar algo ahora, recordé aquel sentimiento de dolor tras su perdida, recordé aquello que por ella sentía, -no podría decir que deje de sentirlo- pensé y me dije: «en cuanto salga de aquí iré a visitarla a su tumba, le llevaré flores», volví a sentir aquel delicioso aroma, me saboree cada segundo de ese aroma, me hizo recordar felices momentos que con ella pase.
Sentí que la noche rodeo la casa, me quede dormido, al despertar sentí la presencia de Aislayne, aunque no logré verla, mi cuerpo yacía inmóvil, escuche el crujir de la madera en el piso, cosas que caían al suelo, el romperse vidrios, escuchaba demasiadas cosas, de pronto golpearon la puerta de la habitación, la misma se entre abrió-lo deduje por el rechinar, no porque lo pudiera observar- recordé la imagen de aquella mujer pálida, que había salvado mi vida, sentí que alguien se apoyó en la cama en la que me encontraba, se oyeron unos truenos, la luz que les precedió iluminó por instantes la habitación, logre distinguir su silueta en un espejo frente a la cama, se volvió a iluminar la habitación había una segunda persona parada frente a la cama, se arrodillo frente a mi pero no pude más que ver una figura de un hombre, una figura opaca, parecía no tener rostro, no podía distinguir sus ojos, su nariz, incluso no podía distinguir si esa figura era realmente la de un hombre, volví a escuchar aquella vos grave y profunda, que volvió a repetir aquellas palabras.
Fue un segundo el que le tomo a mi mente llevarme a lo que pasaría minutos después, sentí la mano de Aislayne rozar mi frente, tuve una repentina visión, vi lo que parecía ser mi funeral, no había mucha gente, el ataúd era llevado en una carreta, la sombra de aquella ave aun se veía, intente verla, pero no lo logré, escuche los aullidos de algunos lobos, mientras aquella escena se trasladaba a la iglesia local, en la alcaldía hacían el acta de defunción, para cuando dejé mi ensimismamiento, aquella mano que tenia en mi frente no era la de Aislayne, era la de aquel hombre que estaba sacando mi alma, vi mi cuerpo sin vida, y sentí como Aislayne me tomo de la mano era ella la que me llevaba a presenciar mi entierro.
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